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Galería Artespacio, 2010

SUPERANDO LA PRIMERA CAPA

La pintura ha cumplido múltiples propósitos a través del tiempo. Hoy su validez como una expresión ‘actual’ es seriamente cuestionada por los adeptos de los nuevos medios de expresión visual. Sin embargo, la pintura sigue fiel a sus perennes objetivos. La mayoría del público considera que, por un lado, la pintura es un arte decorativo que viste las salas con formas y colores y, por otro, provee los objetos de gran valor que se cuelgan sobre las paredes de los museos. Hoy en día hay pocos que pintan con la esperanza de llegar a los muros de los palacios consagrados, y aún menos que se proponen encontrar algo ‘nuevo’ por medio de pinceladas sobre una tela estirada.

El propósito de la pintura es engañar al ojo de quien la mira. El pintor sugiere con sus composiciones. Puede sugerir volúmenes, tiempos pasados o, como Matta, tiempos futuros. Puede introducir ideas entre los trazos de color, también efectos vibratorios que provocan vorágines en las profundidades de la retina. El cuadro puede parecer ser no más que una cosa, pero al mirarlo con concentración, puede tener otra, o otras, lecturas. Puede agradarnos y enseñarnos a la vez. Cada capa sucesiva que se nos revela, puede proveernos con más información visual y vital.

Sebastián quiere ir más allá de la primera capa; necesita que nuestros ojos lleguen debajo del barniz, de la película de óleo o acrílico. El nudo de su pintura ahonda más allá de la mirada superficial. La visión inicial de una obra suya es agradable: un fondo matizado de colores seductores, una forma de otro color que pueda ser el emblema de la Cruz Roja o un tarro de basura. En este caso, el basurero está lleno de garabatos, que a veces son palabras, claves de un tema que le inquieta, resumido por los símbolos del pronóstico del tiempo o los días de la semana. Esta semántica personal que puebla el corazón de la tela es contenida férreamente por los bordes inviolables del emblema. Cada manifestación de intencionalidad ocupa su lugar propio. Sebastián es ordenado, tanto como pintor que como pensador.

Cuando le pregunté el título de esta muestra, me respondió, “Estoy considerando ‘Vibrata”. Se refería a la vibración que emite un cuadro que está conformado de imágenes y palabras. Ha estado leyendo un estudio de cómo reaccionan las moléculas de agua frente al sonido de una palabra. Palabras dichas con intenciones y significados nobles producen armónicos y sorprendentes diseños dentro de las moléculas, mientras que palabras dichas con intenciones agresivas, por ejemplo, producen estructuras irregulares y caóticas. Observa que los humanos están compuestos de setenta por ciento de agua. Sebastián calcula que puede ser válido apuntar a la composición acuática del ser y que hay fuerzas que pueden influir en cómo una pintura sea recibida por un observador. Considera que las vibraciones que son inherentes en un cuadro suyo puedan crear tensiones o consonancias, contactos con connotaciones de tiempo o espacio, en los receptores que contemplan la obra.

Sebastián cree que al pintar con la intencionalidad de lograr matices estructurales, puede asegurar que la inclusión de palabras carga el cuadro con una fuerza mayor, una fuerza que logra comunicarse más directa e intensamente con la persona que entre en diálogo con las capas detrás de la superficie.

Toma, por ejemplo, ideas de los científicos fractales: la repetición de formas va construyendo una forma total, como es el caso de las células humanas. Cita Humberto Maturana y sus teorías sobre la autopoiesis y la reproducción de células, que lleva una teoría de la biología al terreno de la sociología y más allá aún. En el caso de Sebastián, cada palabra o signo repetido toma el carácter de una célula en proceso de multiplicarse dentro de un preestablecido marco de contención.

Mientras la mano de Sebastián pinta con destreza, su cerebro vuela, enviando impulsos hacia los dedos que ejercitan el pincel. Primero, cuando elabora la idea de un cuadro, busca algo con una carga simbólica cuya universalidad pueda llegar hasta lo pagano. Puede ser cualquier de los dos ejemplos ya mencionados, o relojes de arena, símbolos de la computación, imágenes que llegan a la conciencia colectiva sin pasar por ningún filtro de seguridad. Sirven de metáfora para la idea que va rondando en la cabeza del artista. Por ejemplo, combina la forma de la Cruz Roja con una matriz de plantas y vegetales que simbolizan elementos curativos, el poder de la naturaleza, la tierra, lo universal. Quiere activar una consciencia más amplia en su público: poder ver la obra de varios ángulos, en su multitud de capas, no solamente lo estrictamente visual, sino también lo verbal, y luego una prolongación de la ‘vibrata’ detrás de las palabras en si.

Sebastián en su esencia es artista y lo que le importa es como se despliegan las ideas en pintura, y como colocar la pintura para crear una ‘obra de arte’. Poder hacer eso le lleva más allá del territorio de los artistas conceptuales, que ponen la idea por encima de la estética. Nuestro artista ha encontrado una estructura para expresar lo visual y lo cerebral en armonía. El fondo contiene el símbolo que es la figura principal de la obra y el perímetro del símbolo contiene el ‘mensaje’, una avalancha molecular que choca con los bordes de su contenedor. Es en este mar de iconos donde Sebastián esconde o revela sus intenciones. El que mira un cuadro suyo recibe una buena dosis de belleza antes de tener que indagar en las entrañas de la obra.

Otro ejemplo sería la obra cuyo emblema es una hélice. Aparte de ser estética en sus líneas aerodinámicas, trae reminiscencias poéticas, ficticias, tecnológicas, y hoy, de aprovechamiento del viento para la producción de energía alternativa. Dentro del cuerpo de la hélice pintada, introduce signos de partituras de música. Su intención es que con esta información visual, se puede despertar otras lecturas de la obra, sensaciones de mestizajes, de metáforas. Quiere incluirnos en sus propias inquietudes, desde lo personal hasta lo planetario.

Toda esta búsqueda empezó hace unos años con la introducción de los íconos de los pronósticos del tiempo en la obra. El motivo fue visual: funcionan gráficamente en repetición, como timbrajes, realizados por un proceso serigráfico. El tiempo climático ocurre en el transcurso del tiempo lineal, referente al pasado, presente, futuro. Abre todo un abanico de especulación sobre tantas facetas de nuestras vidas.

Ahora utiliza gráficos de economía, del comportamiento del humano y de los ciclos de la naturaleza. Ve las curvas que representan las estadísticas como puro movimiento, expresión de una matemática imparcial, imperturbable. También está usando la imagen de una escalera mecánica como símbolo de la ascensión o descenso, de los ciclos de la vida. Cada emblema icónico le provee con materia prima para una nueva investigación. Tenemos que ver los movimientos pintados de su pensamiento para luego tomar conciencia de sus intenciones.

Como mecánica, Sebastián aplica la pintura en las capas que luego el observador debe descontruir. Alternan capas más gráficas con capas más gestuales que dependen de la soltura de la mano. Estas últimas dejan cargas físicas y emocionales. El artista trata en esta etapa de la producción de evitar un gesto demasiado personal. Busca una neutralidad que no distraiga de la intencionalidad detrás de la imagen. Introduce signos que pueden representar una ancha franja de la sociedad. Estos signos sirven como ladrillos en la construcción de un muro. Y justamente utiliza esta idea de ladrillos para la obra más importante de esta muestra. Dos grandes pinturas con pirámides invertidas y escombros de ladrillos rodean a un cuadro aun más grande que representa un puente. El tríptico ocupa una pared que se extiende diez metros.

Puentes y pirámides dan mucho para lucubrar: simbolismos y metáforas de la vida cotidiana contemporánea son los blancos del artista. Una manera de despertar la mente es quitar los postulados de su contexto. Nos hace confrontar nuevas lecturas de viejas realidades. El puente, aparte de ser una forma estéticamente rica, está cargado de metáforas, como la unión. Es aplicable a todo: comunicaciones, relaciones humanas físicas e intelectuales, y tanto más. ¿Porqué no ser un puente del tiempo formado de relojes de arena?

En este caso une dos estructuras: las dos pirámides invertidas de ladrillos erráticamente puestos, insinuando una posible catástrofe. El artista especula con la geopolítica, con las estructuras gubernamentales tan cercanas a nosotros que están a punto de derrumbarse. Por un lado construye dos triángulos ideológicos que incluyen nuestros referentes culturales más obvios: Chile, Estados Unidos, Europa. Cita sus frases celebres ya en apuros: ‘Por la razón y la fuerza’, ‘In God We Trust’, ‘The Pursuit of Happiness’, o ‘Liberté, Egalité, Fraternité’. Las pirámides y sus derrumbes proveen una ventana al futuro. “Son pedazos de un puzzle que me provoca pensar en otras vetas, otros materiales en el futuro,” dice el artista.

Cada obra apunta a una faceta de una interconectada narrativa de la actualidad, con insinuadas críticas sociales y políticas. Trata de simplificar sus alusiones, los simulacros para que los códigos visuales sean rápidamente descifrables. Las situaciones deben ser comunes a todos.

Para Sebastián, el arte sirve para construir pensamiento. Su meta es pintar bien y, a la vez, retratar ciertos instantes del pasar del tiempo. Para él, el solo ejercicio de intentar construir pensamientos es válido en si. Siente que el arte tiene un deber relacional: generar aprendizajes entre las relaciones que existen entre las cosas por medio del arte. Menciona Rudolf Steiner y los puentes que existen entre las ramas del conocimiento.

Él piensa que hay que dejar de engolosinarse con pintura como virtuosismo y no caerse víctima de sus trucos. Hay que liberarse de la manera académica de ver y de seguir los antiguos cánones del arte. Hay que pelear para lograr una adecuada resolución que une el poder del pensamiento con la maestría de la realización. Hay que dejar lugar para los mundos espirituales, los psicológicos, además de los naturales y los intelectuales. Hay que buscar nuevos caminos hacia el auto-descubrimiento para enriquecer el caudal que se expresa por medio de la pintura.

Dice Sebastián: “El arte cumple con el papel de proponer ficciones que revelan verdades, que des-ocultan los misterios, que dan más pistas sobre la esencia de los seres, la naturaleza, nuestro universo. Ofrece conceptos e ideas para que yo pueda buscar resoluciones visuales: me da la energía para seguir la búsqueda. La suma de todos estos elementos, de cada una de las obras individuales, es la fuerza de esta exposición.”

No hay complacencia ni soberbia en este pintor: tiene la capacidad y el talento para pintar lo que proponga. Por suerte, se mete con los grandes desafíos y encuentra las resoluciones que hoy requieren. Esta exposición ofrece más que buena pintura a los que estén dispuestos a mirar más allá de la primera capa. 

Edward Shaw
Tunquén - enero 2010