“Debemos interrogar al ladrillo, al cemento, al vidrio, a nuestros modales en la mesa, a nuestros utensilios, a nuestras herramientas, a nuestras ocupaciones, a nuestros ritmos. Interrogar lo que ha dejado de sorprendernos. Es cierto que vivimos, es cierto que respiramos; caminamos, abrimos puertas, bajamos escaleras, nos sentamos a una mesa para comer, nos acostamos en una cama para dormir. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?”
Georges Perec, Lo infraordinario
Según el contexto, el término “caudal” adopta distintos significados. Fundamentalmente, se relaciona con el volumen de paso de un líquido, la confluencia de las aguas, la reunión, la agrupación... En ese mismo espíritu, el trabajo expuesto juega con las variantes de un elemento en el momento en que deja de ser un objeto aislado para unirse a un colectivo.
La muestra consiste en un montaje de ocho piezas volumétricas construidas a partir del uso en serie de objetos de producción industrial tan diversos como brochas, monedas o sacapuntas. Estos elementos que siempre tenemos a mano, dan vida a formas reconocibles y cotidianas que surgen de un particular procedimiento de reapropiación: basta agrupar de otro modo, cambiar el número y el orden de los objetos para alterar totalmente su sentido funcional y darles una existencia diferente. Gracias a esa operación, es posible despertar las capacidades dormidas bajo el hábito de la normalidad, de tal manera que un enjambre de sacapuntas se convierten en un altavoz de alerta. La operación distintiva que realiza Sebastián Maquieira consiste en abrir el caudal de significados posibles en lo material al desconocer el empleo sancionado por la utilidad. A partir de ahí toma forma una rebelión de carácter lúdico y vitalista que permite asomarse a una nueva visión de lo que nos rodea.
De pronto, la indocilidad de los objetos convierte lo más inocuo en una amenaza latente e irrisoria, al mismo tiempo. En algunos casos la metáfora resalta en toda su evidencia, como al exponer el dinero y los peligros que entraña. En otras piezas, en cambio, se sugiere una reconversión más surrealista a través de un recombinación de “objetos hallados”, como el escobillón que vuela en una bandada de flechas: objetos caseros al ataque. Lo más peligroso, hay que preguntarse, ¿no es lo que tenemos más cerca?
Mediante la reunión de estos objetos fronterizos que denotan un juego de vida o muerte, Caudal convoca a una operación lúdica que invita a entrar en la sala como un espacio designado para las sorpresas y preguntas sobre nuestra manera de convivir con lo que nos rodean. Cuestionar lo cotidiano y levantar nuevas apreciaciones de aquello que tenemos más cerca implica poner en cuestión su identidad y la nuestra, indagando en nuestras condiciones de vida (y de muerte). El potencial de los objetos para producir nuevos signos para representarnos el mundo a través de otras formas de aparición, pone en jaque las nociones asumidas de “lo normal” y nos convoca frente a una serie de artefactos tan reconocibles como extraños, tan cercanos como lejanos, tan dóciles, como descontrolados. Ya lo decía Anaïs Nin: “No vemos las cosas tal cual son, las vemos tal cual somos”.
Pedro Donoso. |